Nunca entenderé la docencia como
algo rutinario, como una experiencia mecánica. Cada vez que entro dentro de un
aula e interactúo con los chavales hay un camino de doble dirección en lo que
al aprendizaje se refiere. Es una experiencia en la que en muchas ocasiones se
intercambian los papeles y el profesor pasa a ser alumno y el alumno a ser
profesor. Cuando ello ocurre, sales enriquecido a nivel personal y un pedacito
de tu mundo ha cambiado para siempre. Esto es lo que me ocurrió en el Centro de
Reeducación de Menores Colonia de San Vicente situado en Godella (Valencia).
Trabajo en el Instituto de
Neurotecnologías Inmersivas LENI de la Universidad Politécnica de Valencia,
cuyo objetivo fundamental es aplicar la última tecnología para mejorar la
calidad de vida del ser humano. Y dentro de esta línea, hemos llevado a cabo una
intervención con Realidad Virtual en el Centro de Reeducación de Menores de
Godella “Colonia de San Vicente”.
En esta interesante colaboración,
hemos empleado la Realidad Virtual como una herramienta para mejorar
habilidades cognitivas, como la atención, y para descender la impulsividad en
los menores que se encuentran en este Centro.
Con este objetivo, se desarrolló
un entorno virtual que, bajo el título de Neuroeducación y Atención realiza un
entrenamiento en actividades extraídas del yoga y de la meditación. Se trata de
una iniciativa que une por primera vez la Realidad Virtual con ejercicios que
mejoran los niveles atencionales y de impulsividad, en un contexto de
reeducación de menores que cuentan con medidas judiciales y que por tanto han
tenido graves problemas de conducta.
La finalidad era que, tras la
realización del entrenamiento, los jóvenes mostraran en los test una mejora de
los niveles de atención sostenida y un descenso de la impulsividad. Los
resultados mostraron que existe un efecto de mejoría en general tras el
entrenamiento. Y hasta este punto lo
tenía todo muy claro: Diseño, herramienta, medidas e hipótesis. Y llegué al Centro
dispuesta a realizar el pase y… con la idea preconcebida sobre el contexto.
Cuando entré por primera vez en
el Centro de Reeducación de Menores “Colonia de San Vicente”, he de admitir una
cosa: tenía prejuicios. Mi imaginación volaba y aunque tengo diez años de
experiencia docente con todo tipo de alumnos, no podía evitar imaginar cómo
serían y si se comportarían tal y como yo había dibujado a estos chavales en mi
mente. Pensaba continuamente qué podría aportar, qué les podría enseñar con mi
presencia y con el uso de una nueva herramienta tecnológica.
La historia tomó unos derroteros
inesperados, me convertí tras dos días en el Centro en el “alumno”. No entendía
nada hasta que empecé a observar a los educadores y personal del centro, a su
director, a su jefe de estudios….había una actitud común que destilaban y era
la cercanía y amabilidad que tenían con los chavales. No existía un juicio de
valor por lo que habían hecho o dejado de hacer. No estaban dentro de cajas con
etiquetas catalogados para los restos. Sí, efectivamente, habían cometido un
delito, pero ahora había alguien que creía en ellos y que les enseñaba con su
actitud que el cambio se halla dentro de uno mismo. Había optimismo, buenos
modos, pero criterio firme.
Hubo un momento que llamó
poderosamente mi atención y no por lo que tenía de excepcional. Un viernes, a
última hora, con un calor sofocante, las dos de la tarde. Uno de los últimos
chavales que entra a realizar el pase experimental me cuenta que está
aprendiendo con un educador a cuidar el jardín. Cuando lo acompaño a su sección
me dice…” mira todo este trabajo lo hemos hecho nosotros dos. La verdad es que
me gusta estar subido ahí arriba cortando las plantas con mi educador. Hablo
con él y si te digo la verdad es muy bueno conmigo a pesar de que yo…” A lo que
añade. “Disfruta mucho del fin de semana y gracias por todo”. Creo que hacía unos seis meses que nadie me
deseaba un buen fin de semana, pero ¡ni un adulto!
Hábitos, adquisición de los
mismos para abordar problemas conductuales. Están habituados a entrar y
saludar, a irse y dar las gracias. Y creo firmemente que lo mismo con cualquier
cosa que se plantee con ellos. Los hábitos, la autoeducación y responsabilización,
son pilares sobre los que se asienta la pedagogía del Centro.
Quien con ellos trabaja es modelo
y espejo, llevando adelante con un convencimiento desbordante, que ese trato familiar y afectivo,
dosificado, dependiendo de la actitud del alumno, es una vía para que puedan
volver a rehacer su vida con normalidad.
Los seres humanos tenemos una
capacidad enorme para equivocarnos, yo me equivoqué juzgando el entorno, pero
tenemos la misma capacidad para rectificar y aprender. Y esta filosofía es la
que se ve en la Colonia de San Vicente.
Ha sido, sin duda, un
gratificante proyecto donde se ha conjugado ciencia, docencia, cariño,
investigación, tesón… y mucho más; aplicando las últimas tecnologías para
ayudar a estos chavales, y para ayudar a
desarrollarnos a todos.
Nunca se sabe dónde se puede
aprender y nunca es tarde para ello. Errar es humano pero levantarse y tener la
valentía de mirar a tu error de cara….eso, eso es de valientes.
Elena Olmos, @elenaolmosraya